Líber

La llamábamos Liber, en su DNI no sé qué nombre aparecía, pero me gusta pensar que es un diminutivo de Libertad, porque como tal llegó a mi vida.
Fue una noche mágica de San Juan, con miles de estrellas y muchas ganas de compartir, nos habíamos bebido bastantes cervezas y se hizo presente en mi vida en forma de llave. Se acercó, me miró con una dulzura inusitada y me extendió una llave, solo dijo, -¿me abres la puerta? No lo pensé ni medio segundo, estaba deseando abrir aquella puerta desde que la había conocido, pero esa noche no fui capaz de cruzar el umbral.
Esa llave llegó a mi vida para que abriera una puerta y para que entrara, para que descubriera de cuántos colores se puede pintar una casa, me costó, me mostré reacia y resistente a cruzar, a salir de una puerta y entrar por otra… pero lo finalmente lo hice.
Qué os voy a contar de la casa de liber? Una casa acogedora, cálida e intensa. Nada está por casualidad. Las habitaciones son preciosas con una decoración llena de sentimiento y vida, cada objeto habla por si solo, todo tiene historia, todo habla de otras personas que entraron en la casa y dejaron su impronta. La cocina siempre huele a caldo recién hecho, porque a liber le gusta comer con cuchara, dice que es más familiar, y el calor de la cocina te reconforta y te llena de energía. Su mesa siempre está preparada para compartir. Su baño huele a aceites y a perfume, el agua está siempre muy caliente y a las toallas les falta a todas una trozo en la esquina, porque liber muerde las toallas mientras se queda feliz después de una ducha esperando y disfrutando del momento de relax. Liber tiene un salón con luz, no importa que sea un día gris, lo llena con su luz, con su ilusión con su energía. El dormitorio de Liber es el más bello de todos los que he podido conocer, su cama es especialmente confortable, su respiración cuando duerme te llena de energía y paz. Su dormitorio es todo amor. Liber no soporta ver la casa vacía, siempre trae a alguien, un día, no sabía que yo estaba allí e invito con otra llave a otro alguien, ese día entendí que yo ya no tenía que estar allí. Dejé la llave en la mesa de la cocina y salí caminando hacia atrás, para ver cada rincón antes de cerrar la puerta que un día ella me había invitado a abrir y quedarme solo con lo bueno que allí había vivido. Me sentí como Alicia en el País de las Maravillas…
Ahora estoy fuera, sin llave y sin puerta.

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