Bailando
Me he despertado en medio de un sueño. No, no me he
despertado de un sueño, me he despertado en un sueño.
Me encontraba en medio de una gran sala de baile, sucedía
algo curioso, no podía escuchar la música, no había orquesta, ni mesa de
mezclas, ni Dj, pero podía verla, podía olerla, podía sentir su gusto a canela
y vino tinto. Podía ver una música de colores claros y paisajes llenos de luz,
podía oler el aroma intenso de un perfume dulce que me daba ganas de masticar,
podía sentir el sabor cálido de la canela y el ácido calor del vino tinto en
copa de cristal.
Mis pies se movían al compás de esta melodía de sentidos y
mi cuerpo se estremecía con el ritmo del baile, no podía dejar de moverme
buscando acoplarme en la sintonía de aquella sala.
Nunca me había sentido tan plena, en un nivel de flujo tan
sincero y cósmico. El tiempo no era un valor absoluto, el peso se convertía en
levedad, todos estábamos en un estado flotación, a unos centímetros del suelo.
Seguía bailando, con la certeza de que jamás dejaría de
bailar en este lugar, la música era perfecta y la sala se iba llenando
constantemente, entraban personas, cada cual más interesante, pero nunca se
llenaba, cuántos más éramos más grande se hacía el espacio, como si se ampliara
para que pudiéramos caber todos con comodidad.
Sentía el latido de la música en mi propio corazón.
Y sé que me desperté porque ahora estoy en este tren hacia
otro lugar, pero esta danza ya siempre me acompañará.
¡Qué sorpresa más agradable para un lunes por la mañana y qué suerte estar borracha de música!
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